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Día 3 Pascual-Alegrémonos. Cristo ha resucitado

Martes de Octava de Pascua

Propósito




ORACION INICIAL

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Señor mío y Dios mío
Dios de la salvación renovada de generación en generación, resucita en nosotros todo lo que es muerte y lejanía de ti, danos vida y actitudes de resucitados contigo y haznos testigos de tu reino entre los hombres, por el amor, la justicia y la paz.

Pon sabiduría, Señor, en nuestro lenguaje, pon ternura en nuestra mirada, pon misericordia en nuestra mente que hace juicios, pon entrega y calor en nuestras manos, pon escucha en nuestros oídos para el clamor de los hermanos, pon fuego en nuestro corazón para que no se acostumbre a sus carencias
y a su dolor.

Quédate con nosotros, haznos gustar el pan del evangelio, deja que en el camino, mientras vas con nosotros, se nos cambie la vida... Y envíanos de nuevo, audaces y gozosos, para decir al mundo que vives y que reinas, que quieres que el amor solucione las cosas, y cuentas con nosotros.

Y que Tú vas delante, como norte y apoyo, como meta y camino, hasta el fin de los días.

2. MEDITACION

Alegrémonos, Cristo ha resucitado
primicias de los que duermen (ICor 15,20)







"Hermanos: os doy a conocer el Evangelio que os he predicado y que habéis acogido por la fe...: Cristo murió por nuestros pecados..., fue sepultado.., y resucitó al tercer día...; y una vez resucitado, se apareció primero a Pedro, luego a los doce, después a quinientos hermanos.., y después de todos, como a un aborto, se me apareció también a mi (Pablo)... que no soy digno de llamarme apóstol, pues perseguí a la Iglesia de Dios; pero por la gracia de Dios soy lo que soy..." (15, 1-9).

1. En esas palabras de san Pablo nos aparece una cadena los misterios que fue engarzando para nosotros el amor divino. Bendito sea. Son un tesoro que nosotros, por la fe, recibimos y guardamos en la intimidad del corazón. Y decimos intencionadamente que son misterios que van engarzados, pues forman el sutil tejido que hace posible nuestro vivir en Cristo. En efecto,

- Sin el misterio de la encarnación no hay Dios-Hombre ni rostro divino en carne pasible.
- Sin la humanidad asumida no hay en Cristo posibilidad de muerte, de inmolación, de entrega por nuestras miserias, para hacernos de nuevo amigos de Dios.
- Y sin muerte no cabe Resurrección o vida nueva .
- A su vez, sin Resurrección de Cristo no existe vida nueva para nosotros.

¡Cuánto nos va, hermanos, en esa verdad sublime de la muerte y resurrección de Jesús! Sin ella, se derrumbaría todo el edificio de nuestra esperanza.

¡Si Cristo no resucitó, clamemos con el apóstol, para nadie hay resurrección y vida eterna! ¡La fe pierde sentido!

2. Te preguntarás : ¿tan dolorosamente quedaríamos afectados todos si hacen quiebra nuestra fe y nuestra esperanza en la resurrección de Cristo? Sí, hermano. Nuestra fe en Cristo resucitado es un saber tan profundo, una experiencia tan íntima y decisiva que, si se eclipsa el triunfo del Señor sobre la muerte, todo queda en tinieblas.

Reflexiona, medita y verás que tener fe, gozar de la fe, sumergirse en el misterio de luz que es la resurrección de Cristo (y, luego, nuestra) es entrar en un sublime castillo y reino de amor y de felicidad eterna.
Entrar, digo, que no se da por nuestros méritos y estudio sino por don de Dios, como un regalo que se nos hace por la confianza que ponemos en la palabra de Cristo a cuya persona nos adherimos.

En el misterio de la fe nos encontramos Cristo y nosotros. Él, triunfante y resucitado, por propios méritos; nosotros, agraciados por la generosidad de habernos devuelto al Padre.

3. Valora muy bien, hermano, lo que hemos dicho, pues nuestra persuasión y seguridad íntima, confiada, en la resurrección no es fruto de demostración científica alguna, ni de evidencias físicas dadas, como el contemplar la tumba abierta donde Jesús yacía. La persuasión y seguridad de la fe son puro don divino a los creyentes sencillos, humildes, hambrientos de verdad y de luz...

- A Jesús le vieron muchos crucificado y muerto, pero nadie le sorprendió o vio resucitando. Esto es un misterio, una verdad que se coloca más allá de la pura razón humana.

- De Jesús resucitado tenemos la experiencia maravillosa de su re-encuentro, tal como la vivieron la Magdalena, Pedro, los Discípulos de Emaús...; experiencia que revistió los mismos síntomas de vida, de palabra, de mensaje, de paz y amor... que habían tenido todos los encuentros con Jesús antes de su muerte. Pero esa es una experiencia vivida en la fe, en el amor ... No la podemos rebajar a campos de laboratorio. La destruiríamos.

Conténtate, hermano, y gózate en la observación de esos re-encuentros de Jesús con los discípulos él volvió a ofrecer y a pedirles la misma fe, confianza, fidelidad, seguridad y vida eterna que les había predicado durante los años de evangelización... ¡Creer, creer, no ver!

4. De ahí se sigue que quien no reciba el don de la fe , y, en consecuencia, no se arriesgue con magnanimidad de espíritu a ir mucho más allá de los aconteceres históricos que hablan de la crucifixión y muerte de Cristo, no puede entender nuestra vivencia interior, aunque lleguen a admirarla en algunos casos. En nuestra vivencia especialísima de fe, mirando a Cristo resucitado, nosotros encontramos nuestro verdadero camino de luz y nos hemos abrazamos a él para compartir tiempo y eternidad, todo en unidad de vida y de sentido.

¡Qué belleza tan grande en el seno del misterio de Dios que nos ama, convoca y espera!.

Bien dijo san Pablo cuando escribió a los fieles de Corinto: "¡Si nuestra esperanza en Cristo no va más allá de esta vida, somos los más miserables de todos los hombres"! (15,19) En efecto, nuestra adhesión a Cristo resucitado es un canto agradecido al Amor, vencedor de la muerte, que promete y da vida; un canto al Poder de Dios, que inmortalizó al Cristo hecho hombre y nos ofrece vivir con él y en él; y un canto a la esperanza, que se abre camino entre las nieblas del tiempo e historia para afincarse en el trono de la eternidad, y eternidad venturosa.

5. Esta es nuestra fe inquebrantable: Cristo, el que vivió con nosotros y para nosotros, ha resucitado de entre los muertos; y él es la primicia, el primero, la cabeza, el más excelso, el animador y vivificador de todos los que un día moriremos para resucitar con él.

Esta locura de fe es una maravilla de la misma fe

Este misterio envuelto entre nieblas es luz que se irradia por todas partes para dar pleno sentido a nuestra existencia personal y comunitaria.

Bendigamos, pues, a quien en la gracia y la luz de la fe nos mostró la grandeza de la Verdad: Cristo resucitó y es nuestra resurrección y vida. Y pidámosle que, siquiera como a abortos, al modo de san Pablo, se nos aparezca y nos haga fructificar en la gracia que nos otorga.



ORACION FINAL

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Señor, aquí estoy delante de ti.
Ayúdame a tomar conciencia viva de que tú estás conmigo siempre.
 Esté donde esté, tu presencia amorosa me envuelve.
Dame tu gracia para que este rato de oración me sea provechoso.
Que vea claro qué quieres de mí.
Dame un corazón nuevo, que me guíe por tus caminos de amor.
Me pongo en tus manos, Señor. Soy todo tuyo.
Haz de mí lo que tú quieras.
Amén.